El TDAH sí existe, al menos en mi casa

Hoy me decido a publicar el post probablemente más personal e íntimo que voy a escribir en este blog.

Hace años leía un artículo en el cual se afirmaba que el TDAH no existe realmente, que el psiquiatra que lo «descubrió» confesó 7 meses antes de morir que «es una enfermedad ficticia» que se «inventó» para que la industria farmacéutica vendiese más medicamentos. Más adelante leí otro artículo en el que un psiquiatra infantil aseguraba que el TDAH no existe y que la medicación es en realidad un dopaje para tener a los niños movidos y rebeldes atontados y que no molesten.

Igual en ese momento llegué a pensar que era cierto, que era un trastorno ficticio, que existía un sobrediagnóstico y me parecía una barbaridad drogar (sí, lo de medicar no deja de un eufemismo) a los niños sólo porque eran moviditos.

Y eso que el tema ya me empezaba a ser familiar… cuando mi hijo mediano iba a P4 su tutora me dijo que el niño parecía hiperactivo. Y también me lo dijo la de P5, afirmaba que el niño no podía estar sentado en la silla. La de primero y segundo me decía que parecía que siempre estaba en las nubes (aunque también me decía que en realidad se enteraba de todo), la de tercero que cada día se quitaba los zapatos en clase y que se balanceaba en la silla todo el día impidiendo atender a los compañeros. Al año siguiente le llevamos a un neurólogo. Le hicieron pruebas y nos dijeron que no era TDAH, que tenía ansiedad.

Con el curso siguiente vinieron los problemas sociales. El niño era violento. Reaccionaba mal cuando se metían con él, cuando perdía, etc. Pegaba, insultaba, interrumpía todo el rato, etc. Todo eran problemas. Problemas en la clase, problemas en el equipo de básquet, etc. En una obra de teatro escuché a un abuelito en la fila de delante mío hablar pestes sobre el niño que hacía de Herodes (mi hijo). Me pasé toda la obra llorando en silencio. Se me saltan ahora las lágrimas recordándolo 6 años más tarde.

La solución a sus problemas nos la propuso él. Quería un cambio de colegio. Textualmente con 10 años nos dijo «quiero ir a un sitio donde no me conozcan, donde empezar de cero, donde no sea siempre el culpable de todos los líos».

Y le cambiamos. Pero en el nuevo centro volvieron los problemas sociales y la inatención. A las pocas semanas de empezar, el tutor y el psicopedagogo nos sugirieron volverle a valorar, que ellos veían algún trastorno. Tras muchas dudas (todas esas sesiones tienen un coste, y ya teníamos un diagnóstico) lo hicimos. Le valoramos en el departamento de Psiconeurología de un gran hospital público de Barcelona. Y finalmente, y con muchos años de retraso «nos» diagnosticaron TDAH. La solución pasaba por terapia de reeducación, dieta (sin azúcares, sin gluten, sin lactosa…) y complementos nutricionales (vitaminas B, omega 3 y Zinc). Y medicación. Éramos reacios. No nos gustaba la idea. Todo nuestro entorno nos decía «pero no le vais a medicar, ¿no?». Los médicos nos dijeron que con el grado de impulsividad que tenía no teníamos opción. Cuando la doctora (y amiga) nos dijo «si fuese mi hijo, yo lo haría» accedimos a probar.

Y la vida «nos» cambió para bien. La espiral de caída en barrena en la cual estaba sumido el niño se transformó en un círculo virtuoso. Empezó a ir mejor en los estudios, empezó a relacionarse correctamente con todos. ¡Todo maravilloso!

Pero no podía ser todo tan fácil. En paralelo su hermano pequeño siempre había tenido dificultades a nivel escolar. Al empezar el curso siguiente la tutora empezó a afirmar que algo había, que tenía graves problemas de inatención. Nosotros no le hacíamos mucho caso al tema. Veíamos algunas actitudes y reacciones similares a las de su hermano, pero nos parecía que lo hacía por imitación. No le dábamos mayor importancia. El curso siguiente otra vez, otra tutora insistía y nos pidió si el servicio de psicopedagogía del propio centro podía pasarle unas pruebas. Accedimos. Nos citaron y nos dijeron que claramente el niño tenía algún problema relacionado con la atención.

Le llevamos al mismo hospital, y obtuvimos el mismo resultado. Mismo diagnóstico y mismo remedio. Terapia reeducacional y medicación. Y la cosa fue mejor e el ámbito académico. Sus resultados mejoraron y también su actitud en clase.

Pero entonces llegó la ansiedad, los miedos, las fobias. Cada vez más y cada vez peor. La gestión del día a día se complicaba: no podía quedarse solo en una habitación (ni en el baño), no podía andar solo por la calle, no podía ducharse, no podíamos abrir las ventanas, nada de bañarse en el mar… y a eso se sumaron pequeños tics, arritmias e hipertensión.

Así que, adiós medicación. Y sin medicación, aparecieron los problemas en el colegio, inatención, problemas sociales por malas actitudes y malas reacciones. Al actuar así los compañeros y amigos le dejaron de lado. Le iba mal en los estudios, no tenía pareja para hacer los trabajos, se sentía «abandonado», y su actitud es cada vez peor, estaba enfadado y reaccionaba mal. Otra caída en barrena.

Y otra vez lo que se nos pasa por la cabeza cambiarlo de centro… De momento seguimos donde estamos, y avanzando poco a poco, con la ayuda de psicóloga, psiquiatra y neuróloga, también con un esfuerzo titánico por parte del entorno familiar e imagino que también de los profesores.

Después de todo esto pediría prudencia a los que son ajenos al TDAH. Aquellos que piensan a veces que un niño es un maleducado porque interrumpe, porque tiene malas reacciones cuando se enfada, etc. que no le juzguen. Muy probablemente sus padres están dejándose media vida y mucho dinero en ayudar a su hijo para controlar eso. A los que dicen que la medicación es una barbaridad y que estamos dopando a nuestros hijos, que por favor se lo callen. Nadie lo hace por gusto. Y a todos aquellos que afirman que el TDAH no existe, decirles que entiendo sus dudas, pero hacer esa afirmación ante unos padres que se están dejando la vida por ese hijo, nos hiere en lo más profundo. Les diría que tengan cuidado con lo que afirman. Dios no quiera que un día tengan que tragarse sus propias palabras y vivirlo en primera persona.

Un comentario en “El TDAH sí existe, al menos en mi casa

  1. Nuria Gutiérrez Sánchez

    Hola:
    No te haces idea como te entiendo. MI hijo tiene casi 20 años y fue diagnosticado de TDHA muy pronto. La medicación no servía (lo cual hasta supuso un alivio para mi). Cierto es que él no pasaba de ser un «plasta» como decían sus compañeros de clase y de necesitar toda mi atención por las tardes para acabar las tareas que no había hecho en clase y las que le mandaban para casa. A los 15 años le cambiamos de colegio, a un centro nuevo con otro tipo de atención hacia los chavales. Siguió sin ser un buen estudiante pero cambio su forma de ver el cole. Ahora está estudiando educación infantil. Dice que quiere enseñar matemáticas a los más pequeños para que las entiendan y no les cojan manía como le paso a él.
    Yo también he llorado mucho. Cuando mas, yendo a trabajar en el tren mientras leía un libro sobre TDHA, poco después de que se lo diagnosticaran.
    Esto es una carrera de fondo donde lo más importante es no dejar nunca de abrazarles. (Yo no lo conseguía todos los días).
    ¡Confía en ellos y en ti!

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